lunes, 28 de junio de 2010

ΕΝ ΩΡΑΙ ΘΕΡΟΥΣ



Firmadas hoy las actas, doy por terminada la parodia anual. καιρὸς ἦν, que junio se hace muy largo.

Así pues, esta entrada es sólo para daros las gracias a todos los que habéis tenido a bien pasaros por aquí y desearos el mejor verano de vuestra vida, si no bajo el cielo estrellado del Egeo, como nos canta la Srta. Kokkinou, bajo otro cualquiera, que en verano todos son igual de azules.

Como siempre, os animo – aunque sé que no hace falta- a leer algo de griego entre chapuzón y chapuzón… ¡que no se diga! :)

Χαίρετε καὶ εἰς αὖθις!




domingo, 27 de junio de 2010

O TEMPORA


Recuerdo que cuando empecé a trabajar eran los primeros años de la eso y la debacle de las asignaturas de griego y latín. Lo que se hacía por aquel entonces (y no es comento lo que os cuento; anduve por muchos institutos y son cosas quae ipse miserrima vidi) era lo siguiente: se vaciaban los seminarios de clásicas para colocar en su lugar algún laboratorio de idiomas (entiéndase idiomas como un eufemismo por cierto idioma), sala de fumadores (todavía quedaba de esa fauna por aquel entonces), cuarto trastero o cualquier otra pieza vital para la infraestructura del instituto. Los libros de latín se llevaban al seminario de filosofía o al de religión (ya sabeís, latín y curas…). No tengo nada contra los profesores de religión, pero no os haceís idea de las veces que me he tenido que tragar el apasionado recital de la traducción latina del πάτερ ἡμῶν por el seminarista de turno. De ahí a las filigranas del mantuano, el barroquismo del arpinate o el conceptismo del paduano no hay nada, oiga.

Lo de los libros de griego era peor, claro. Se amontonaban en cajas en algún ángulo oscuro de la biblioteca a la espera de la mano de nieve que sabe arrancarlos. Tampoco se atrevían a tirarlos porque, al fin y al cabo, eran –hasta cierto punto- libros. Vamos, que en cuanto se enteraban que el friki de turno que daba nosequé memez (no recuerdo cuál, pero seguro que mucho más útil que el griego) estaba interesado en ellos, se les abría el cielo y me los ofrecían manibus plenis.

Tampoco os penséis que había demasiada cosa interesante: libros de textos de cuando Sócrates hizo la mili; los ínclitos ejercicios de Hélade (que estaban en TODOS los seminarios. A veces pienso que debería haberme llevado todos, venderlos al peso y vivir de las rentas); el primer tomo del libro bilingüe aquel de Jenofonte que empieza más o menos De Fulanito y Menganita nacen dos churumbeles; la edición anotada de Gredos de la Apología de Sócrates (por cierto, que este libro tiene la curiosa característica de incluir una notas aclaratorias mucho más incomprensibles que el mismo texto. Os puedo asegurar que, después de tantos años, me siguen resultando tan completamente indescifrables como el primer día y siempre digo que sería un libro genial si incluyera un apéndice con notas aclaratorias a las notas aclaratorias)… y pare usted de contar.

También me topaba a veces con algunas cosas majas, como la que os he comentado aquí.

Como compruebo que de unos años a esta parte está sucediendo lo mismo con el francés (este año me he puesto morado a llevarme libros de francés deshauciados del insti), me ha parecido bien unir los dos idiomas que se nos han ido (o nos los echado, más bien) por la puerta trasera y compartir con vosotros un método de griego en francés salvado de la quema berlinesca. Y no sólo por contener textos interesantes, sino también para demostrar que hubo un tiempo en que no todo el monte era orégano en nuestros liceos.

Ante todo quiero dejar bien claro que confío plenamente en las capacidades de nuestros políticos en matería de educación. Son unos perfectos profesionales que no permitirían jamas que criterios de conveniencia política ajenos a la educación afectaran sus decisiones y que, si han eliminado (o están en ello) estas opciones, es para resultar en una ampliación de la diversidad y en un enriquecimiento de los horizontes culturales del alumnado. Además, han conseguido un ordenador para cada alumno. Entre eso y el placer de leer a Platón o poder cantar la Marsellesa a pleno pulmón, la elección está clara.

Yo, al menos, en esto duermo tranquilo y confío tanto en la seriedad de nuestros gerifaltes que esas reuniones que se montan para definir futuras políticas educativas me las imagino siempre así:





En fin, que ya lo decía Cicerón: O tempora, o mores… ¡Oh, tiempos de los moros!

χαίρετε!



viernes, 4 de junio de 2010

LA PEGATINA GRIEGA (12)




Aprovechando que en breve va a comenzar el año (griego, claro) la pegatina de hoy es más didáctica que lúdica (¡qué le vamos a hacer!), para aprender los meses griegos y hacerse una idea aproximada de cómo encajaban en nuestro año.

Como la división del año griego es de origen lunar tenemos meses de 29-30 días... bueno, verdaderamente cada mes lunar duraba 29 días y medio, pero así se libraban de las fracciones :). al mes de 29 días le llamaban hueco (κοῖλος) y al de 30 lleno (πλήρης). Estos días se dividen en grupos de diez dependiendo de las fases de la luna (nueva, creciente, menguante... – νουμηνία, ἱσταμένου, φθινόντος...).
Los días simplemente se numeraban y, como ves, a partir de la “veintena” (εἰκάς) se contaba de manera descendente hasta llegar al primer día de la luna nueva (ἕνη καὶ νέα), último de mes. Esta “cuenta atrás” es la tan temida por los personajes de Aristófanes, que siempre están endeudados hasta las orejas, porque a finales de mes se pagaban los intereses de los préstamos, como dice Strepsiades en Las nubes:

Ἐγὼ δ᾿ ἀπόλλυμαι
ὁρῶν ἄγουσαν τὴν σελήνην εἰκάδας·
Y yo me desespero viendo que llega el fin de mes (= que la luna lleva las veintenas).


Como el año lunar tenía 354 días en vez de los 365 del año solar, para no acabar recogiendo la cosecha en “enero” los griegos incluían un mes extra (ποσειδεών δεύτερος) y poder así encajar sus actividades estacionales al ciclo solar. Se denominaba ἐμβόλιμος (“inyectado”ο intercalar) y no se añadía cada año sino tres veces durante periodos de ocho. Esto se debía a que en un periodo de 8 años lunares se “perdían” 88 días respecto al año solar (365 x 8 = 2920, 354 x 8 = 2832, 2920-2832 = 88), y 88 = 3 x 29,3. Se incluían estos bisiestos procurando que no se dieran seguidos, es decir, el tercero el quinto y el octavo año. Es muy importante tener en cuenta el valor “mágico” que los griegos daban a este gran periodo al que denominaban ὀκταετηρίς (y a veces también ἐννεαετηρίς, ya que gustaban del cómputo inclusivo. Así, decían que Cristo murió un viernes y resucitó al tercer día... un domingo) porque está en el origen de muchos de sus ritos. Por ejemplo, cada ὀκταετηρίς los éforos espartanos consultaban con los astros si había que librarse de sus reyes de turno o seguir dándoles un voto de confianza para otro ὀκταετηρίς.

El año griego empezaba el mes de ἑκατονβαιών (nuestro julio) después del solsticio de verano... ¿tendrían los griegos Sanjuanadas? :) Los nombres de los meses son todos de la 3ª declinación tipo -ών, -ῶνος:

ἐν τῷ Γαμηλιῶνι μηνί
en el mes de Gamelion

Γαμηλιῶνος ἕκτῃ μεσοῦντος
el 16 de Gamelion

Aunque la palabra hora es, por supuesto, de origen griego, los griegos no dividían los días en horas. Como vivían con el ritmo del día y pasaban poco tiempo bajo techo, les bastaba con indicaciones generales del tipo:

πρωί, temprano
μεσημβρία, el mediodía
δείλη, la tarde
ἀγορά πλήθουσα, a hora punta (del mercado)
ὀρθρος, el alba
λύχνων ἅψαι, a la hora de encender las lámparas
πρῶτος ὕπνος, que los romanos traducían como prima quies.

La noche se dividía en ἑσπέρα (la tarde), μέση νύξ (medianoche) y ἕως (aurora). Como la noche es un periodo complicado en tiempo de guerra, se solía dividir en guardias (φυλακαί).

Respecto a los años, como no los numeraban, se limitaban a indicarlos con el nombre de cargos políticos relevantes (que solían ser anuales), siendo arconte en Atenas fulanito, siendo eforo en Esparta menganito. Con el tiempo, acabaron decidiéndose por uno de los pocos eventos panhelénicos de la época, los juegos Olímpicos. Recuerda que ἡ Ὀλυμπιάς era para los griegos el periodo de cuatro años (bueno, tres, ya sabes) entre dos celebraciones, más que las celebraciones en sí, como decimos nosotros (esto es τὰ Ὀλύμπια). La “primera” Olimpiada tomada oficialmente como tal fue la celebrada el 776 a.C. y la última... pues, ¡Pekín 2008, claro! :)

También tienes en la pegatina los nombres de los signos del zodiaco y, cómo no, a Apolo y Artemis que, como sabes, simbolizan el sol y la luna.

Mirando el cuadro, yo estoy ya deseando que llegue Ἑκατονβαιῶνος νουμηνία y comience "el nuevo año" griego... ¡fíjate si eran listos que lo empezaban en vacaciones! :)

χαίρετε.